Resumo
La irrupción de la modernidad en Cuba avanzó de la mano de la industria azucarera desde los albores del siglo XIX y ese proceso experimentó su mayor impulso en el XX. Esta sinergia prevaleció inicialmente en las regiones occidentales de la Isla, favorecidas por factores históricos cuyas ventajas les habían sido secularmente negadas a sus homólogas centro-orientales. No fue hasta el comienzo del segundo siglo mencionado en que estas últimas experimentaron el efecto modernizador de la industrialización azucarera en su plenitud. El carácter específico de estas regiones y la naturaleza distinta de este segundo impulso modernizador, implicaron que el proceso de modernización estructural de base azucarera adoptara rasgos inéditos hasta entonces, y la región de Holguín no constituiría una excepción. En ella, la localidad de Gibara, bajo la égida del capital comercial hispánico, había desarrollado la economía de plantación azucarera y monopolizado los efectos de la modernidad durante el siglo XIX. En las dos primeras décadas del siguiente siglo, ese proceso se expandió por toda la región impulsado por el capital financiero estadounidense y el capital doméstico.
El fomento del monocultivo azucarero incitó la proletarización de la fuerza de trabajo, la apropiación latifundiaria de la tierra, el despliegue de la infraestructura de transporte y comunicaciones, la importación de tecnologías, la expansión del mercado interno y la consolidación de los vínculos regionales con los mercados nacional y mundial.